1. Oración inicial
2. Lee La palabra de Dios
“Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”.2 Timoteo 2:21
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque, así como por fuego”.1 Corintios 3:11-15
3. Reflexiona
El Señor nos llama no solo a una preparación doctrinal sino espiritual, no solo a adquirir conocimiento, sino a ser transformados por él; porque conocer las Escrituras es vital, pero vivirlas es lo que marca la diferencia. Santiago 1:22 dice: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.
La obediencia es el sello de la preparación auténtica, no se manifiesta en palabras sino en decisiones, no se evidencia en discursos sino en carácter. La oración, la meditación en la Palabra y el ayuno no son prácticas opcionales para los tiempos proféticos, sino disciplinas esenciales para tener claridad espiritual para discernirlos.
Esa disposición es lo que se requiere para estar listos, limpios y disponibles, siendo fieles en lo pequeño porque será la medida para sostenernos en lo grande, (Lucas 16:10). La gloria de Cristo viene no para engrandecer a hombres, sino para engrandecerlo a Él. Solo los que nos rendimos ante Él, seremos canales de esa gloria como dice Juan 3:30 “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”.
Esa actitud es la esencia para no ser vistos, sino ser útiles, permitir que sea el Espíritu de Dios quien gobierne cada área de nuestra vida, que crezca en nosotros, mientras nosotros menguamos. Es la experiencia de una relación constante con Él, solo así desarrollaremos sensibilidad espiritual. Romanos 8:14 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. La guía no es generalizada, es personalizada.
Solo los que estén firmes en su identidad en Cristo permanecerán, el pueblo de Dios debe ser una generación que camina en santidad no por obligación sino como una respuesta de amor. La santidad no es un adorno debe ser una marca, un testimonio de vida, que hará que otros anhelen conocer a Jesús.
Nuestra autoridad espiritual será reconocida no por títulos sino por los frutos como dice Mateo 7:20 “Así que, por sus frutos los conoceréis”. Los frutos se cultivan con paciencia, fidelidad y obediencia. Es el tiempo para dejar que el Espíritu Santo forme en cada creyente la imagen de Cristo. Seamos templos santos para Él. La autoridad será probada, por eso preparémonos no por miedo sino por propósito, no por presión sino por revelación, no por emoción sino por visión; porque el Señor no está buscando espectadores sino colaboradores, no está llamando a religiosos sino a hijos.
Dios está levantando un pueblo preparado, no perfecto, pero si dispuesto con un corazón rendido, con un espíritu firme, es el tiempo para consagrarse, afirmarse. La iglesia en Corinto estaba construida con «madera, heno y hojarasca», con miembros que eran inmaduros, insensibles a los demás, y receptivos a las doctrinas erróneas, por eso tuvieron tantos problemas. Debemos ser edificados en Cristo. Hagámonos esta pregunta ¿Puede nuestro carácter cristiano pasar la prueba?
5. Comparte
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